miércoles, agosto 31, 2005

El piecito que faltó o noches estroboscópicas de Dhaka

La verdad es que lo me faltó fue echar un piecito en Caracas.
No me pregunten porqué, no andaba de humor allá para bailar y hoy no he sino pasado el día oyendo musiquita como para bailar rico, entre ellas unas salsitas, uno que otro reaggeton divertido y la canción de Shakira con el Alejandro Sanz al que santo o diablo creo que le perdonaría todo. Me tomé dos palitos al llegar a casa y ando con el intelectual por el piso y el rumberismo a millón. Pero dónde coño puede uno rumbear en Dhaka. No hay dónde. Nada. Nanai. Nothing.

Entre la otra musiquita que estoy oyendo está un tripocho buenísimo que compré de lo mejor del rock en español (que viva el copytheft para el tercer mundo, las mejores selecciones en los tripochos!), clásicos de Los Prisioneros, Hombres G, Maná, etc... qué nostalgia! Aquí mis compañeros de trabajo consternados conmigo cantando en la office (pronúnciese opish) con los audífonos puestos y ellos ni idea de lo que vocifero en español. Ni me enteré de la mezquita de al lado con su altavoz a todo volumen sumándose a las del resto de la ciudad llamando a orarle a Alá. Hay que ver lo rico que es sumergirse en lo de uno nada más por un rato, no pararle a CNN ni las noticias ni la paranoia en esta ciudad después de las 400 bombas que explotaron hace unos días llamando a incrementar la observancia del Islam. Cómo puede vivir esta gente sin la alegría de una rumbita... En este tópico no me cabe lo políticamente correcto ni el respeto por las culturas y demás paja.

Pero Dhaka guarda sorpresitas. Cómo la noche en que acabando de conocer a parte de nuestro grupo de amigos, luego de bajarnos una botella de ron entre ellos y yo sola una de vino, a eso de la una de la madrugada explota una música a todo volumen y les digo a los panas que subamos al tejado a ver dónde es la fiesta en el vecindario para colarnos y de paso para que vean la piscina... y ¡Oh, sorpresa! la rumba era en el techo de mi edificio a la que nos sumamos con tragos ya en mano a bailar... Estábamos deliciosamente prendidos y ya la época de lluvia había empezado. La luz estroboscópica de la miniteca (yes, miniteca y todo) hacía que las gotas de lluvia parecieran diamantes cayendo del cielo de la noche. Qué alucine. David y yo bailando como locos bajo la lluvia, Lino con cara de atónito porque la vecinita bangladeshi de lo más sexy ella en su breve vestido le agarró una nalga y Edgar y el resto evitando que nuestro otro amigo en medio de una depre se tirará por el borde de la azotea cuando no perseguía a la vecinita sexy de paso dueña de la celebración. La música proporcionada por "El Chino" uno de los marines puertorriqueños que estuvieron en duty por acá en la embajada de la América de los "estadounidenses". Dimos el show y ciertamente nos ganamos una famita con los vecinitos según la versión de una amiga mexicana a la que le llegó el chisme, claro nadie le dijo que le estrujaron la nalga a mi esposo (rico papi), pero ¿who cares in Bangladesh?

De resto tenemos noches latinas en casa de un keniano de Mombasa de origen indio, amante de la música latina, que en su "Casa Loca" decorada como un Buddha Bar se arman unas fiestas a las que por supuesto vamos los latinos a prenderlas con salsa y bailes sevillanos animados por Milita, Martita, Carmencita y la presente servidora aunque en realidad le echamos pichón a lo que sirva para mover el esqueleto. Hemos celebrado allí toda clase de eventos pero especial fue el cumpleaños de nuestro amigo anfitrión con bailarina de los siete velos, una brasilera muy bella candidata a madre de los hijos de todos nuestros amigos (hubieran querido ellos) importada directamente desde la India donde trabaja (y luego dicen que el realismo mágico es inventado). También tenemos las fiesticas en las casas de cada quien pero terminan siendo como cápsulas de rumba to go.

La verdad es que no entiendo porqué no tenía las ganas de un piecito en Caracas. Mi rumba como que ya no es en ella... ¿será?

Pero hoy no hay plan. Lino anda con gripe y no hay rumbita a la vista, ni "Casa loca", ni nai. No es viernes de fiesta y ni siquiera de oración. No habrá piecito.

lunes, agosto 29, 2005

De vuelta en Dhaka

Ya estoy de vuelta en este lado del mundo.

Aterrizamos y una vez afuera del aeropuerto la humedad nos enchumbó el alma. El día gris y bochornoso de calor, las aguas de los lagos elevadas... este año el cielo decidió no descargarse tanto y darle una tregua a Bangladesh.

Cuando llegué a Caracas, El Avila se me hizo gigante. Es una presencia que extraño en cualquier ciudad que visito y que hace a Caracas tan única.

Tengo dos días en Dhaka y no sé que me depara el día de mañana ni la semana siguiente. No tengo muchas certidumbres, sólo me traje la de las cosas que extraño y necesito. Y entre las dudas, el no saber si lo que necesito de esas cosas es justamente extrañarlas.

Pasé en suma 5 semanas en Venezuela y como semana y media en Barcelona. Perdidos unos tres o cuatro días en total encaramada en aviones o encerrada en aeropuertos. Hay varias reflexiones pendientes para este espacio y alguna que otra anécdota. La visita no me dió muchas sorpresas, corroboró muchas de mis percepciones así como las interrogantes sobre el futuro del país. Pero ya poco a poco iré desgranando todo esto mientras mastico lo vivido en estas últimas semanas y asimilo la vuelta a la rutina en Bangladesh a la que me resisto porque no quiero estar de vuelta.

No necesito a Dhaka teniendo una Caracas siempre ignota por más que uno trate de asirla. Y Bangladesh se me hace estrecho y monótono para todo lo que tiene Venezuela... No me juzguen mal que igual disfruto la monotemática humedad con calor o frío y el agobio del gentío que lo puebla, solo estoy exhibiendo mi humor mañanero ante el hecho de tener que alistarme para salir de casa y abandonar por unas horas los ensueños del viaje por la realidad de la oficina.

Volveremos.

viernes, agosto 12, 2005

Otro borrador

Un pequeño despecho de algún insomnio en mis borradores.

lunes, agosto 08, 2005

Mojé el dedito

Más por la experiencia de votar en este gobierno de maquinitas, que ha organizado unas 10 experiencias electorales, que por la convicción de hacerlo en estas elecciones de concejales y juntas parroquiales en Venezuela es que acudí al centro de votación que me tocaba.

Fui la primera vez a la una y pico de la tarde para encontrarme con una cola de unas 9 personas y la noticia dada por un viejito sentado allí desde las 8 de la mañana de que apenas acababan de llegar los aparatos para ser instalados y que debíamos esperar a que habilitaran tanto las caza huellas como las máquinas de votación.

Decidí irme a casa a darle chance al CNE de cumplir con su trabajo que debió haber hecho el día anterior o temprano en la mañana. Tomé una siesta después de almorzar, y a las 5 disponiéndome a darme una ducha antes de salir de nuevo, oigo una voz de altoparlante desde un vehículo circulando por estas calles diciendo ¡Vayan a votar! ¡Ese es su derecho, salgan de sus casas y vayan a votar!

Mamá andaba pegada a Globovisión y saltando constantemente a VTV a comparar las transmisiones de información y escucho que han prorrogado la votación hasta las seis, así que ya bañada y fresca me enrumbo a mi centro de votación caminando como a las cinco y veinte de la tarde. En la vía me cruzo con camionetas de CANTV que se dirigen a recoger (supongo) los aparatos. Llego al centro y está íngrimo. Me toman las huellas en el aparatico, y me voy para mi mesa. No hay nadie votando en ninguna de las tres mesas y algunos miembros están recostados con los brazos cruzados echando un guindecito o cotorreando con los guardias nacionales. En la página del cuaderno electoral donde estoy listada sólo hay una sola firma de alguien que como yo decidió votar. Cuando buscan mi nombre al pasar las páginas, veo que hay muy pocas firmas en todo el cuaderno.

Amablemente me preguntan si sé como votar y les digo que ya voy a averiguarlo. La cosa me recuerda a esos jueguitos donde apretábamos un botón en un tablero electrónico y se prendía una lucecita si dábamos con la respuesta correcta. Esos del cuerpo humano o la estructura del ojo. Una vez que les digo que ya sé cómo es la cosa activan la máquina y voto.

Salgo, meto el papelito de la constancia en la caja y me piden que moje el dedo meñique en un potecito con un líquido tráslucido y no sé porqué me da por meter el pulgar para quitarme la tinta de la huella estampada en el cuaderno de votación. Todo el mundo se ríe y el hombre me moja el dedo meñique y me dice que lo meta en el pote con la tinta violeta hasta el fondo, mientras las mujeres de la mesa le dicen que sí es malo por mancharme medio dedo. Como si la cosa me fuera a dañar o "rayar". Y yo les digo no pero si está bien yo pienso que sí hay que votar. Y es verdad que lo pienso pero también que a los que no les parece están en lo correcto y en su derecho desde su punto de vista.

Me voy limpiándome el exceso de tinta con una servilleta. Paso por enfrente del centro de acopio del Comando Maisanta donde han estado de parrilla y música desde el mediodía como pude constatar en mi primer intento de votación. La cosa sigue y pude ver por el portón abierto a una "compañera" en chaqueta kaki revolucionaria reclamándole con el dedo índice acusador a otro "compañero" que lo único que andaba haciendo era echarse tragos o algo nada revolucionario por el estilo. No sé si estaban celebrando algo en esta sede del comando o si es la actividad de los domingos degustar una parrillita para recompensar los esfuerzos combativos de la semana.

A una cuadra de un centro de votación vacío a las cinco y media de la tarde y que no había empezado a operar sino después de pasada la una, yo con el dedito violeta aún mojado y escuchando al pasar las querellas nimias de un comando electoral en actividades recreativas en pleno día de elecciones, me preguntaba adónde nos llevara el constante ejercicio del absurdo y la indolencia. Donde votar se resume a escanear, estampar huellas o enchumbar deditos en tinta, porque lo de apretar botones virtuales en tableros y pantallas no sabemos si tenga algún tipo de significado o impacto.

De todo esto lo único concreto y real que queda es un dedito meñique de color violeta.


viernes, agosto 05, 2005

Desaparecida

He estado desaparecida de por acá, pero es que no he parado de ver gente y andar de familia. Llegué ayer del Parque Nacional Morrocoy (para los no nativos son cayos o isletas con playas de aguas cristalinas y arrecife de coral) donde la pasé rico luego de una sucesión interminable de cenas y almuerzos los días previos. Ya me quedan sólo dos semanas de vacaciones en Venezuela y espero ver a todos aquellos a quienes quería ver. Por lo menos, llegué a conocer a unos pocos blogueros vía cortesía organizacional de Topocho y compartir un poquito y constatar lo que se ve y lee en línea que es que son gente muy especial. Me faltan otros blogueros que ya contactaré personalmente. También me faltan amigos y alguna familia por ver. Entretanto, me estrenaré en las maquinitas de votos este domingo y empezaré la preparación mental de tener que desprenderme de nuevo de lo único mío que es la familia, los amigos, esta ciudad de Caracas que nos marca para bien o mal, este país donde la palabra tragicomedia adquiere realidad. No he tenido tiempo de ver prensa y he querido más bien empaparme de lo que veo alrededor y escucho de la gente. Ya escribiré de ello en algún momento, quizás cuando esté en Bangladesh viendo las palmas de coco desde la ventana tratando de recrear en la memoria el mar tibio de nuestras costas y el no sé qué de alegría, viveza, picardía, sinvergüenzura, y amabilidad confianzuda que caracterizan a nuestra gente para nuestro deleite o embarazo dependiendo de si lo vemos como cualidad o defecto. Que bien sea uno u otro, es siempre nuestro y no se encuentra en otra parte.