martes, noviembre 30, 2004

Otros premios

Tenía guardado este post para escribir sobre el Premio Octavio Paz a Eugenio Montejo, pero leí este comentario de mamón digital en referencia al mismo que me pareció pertinente así que no lo voy a hacer. Sin embargo, agregaré que siempre es una buena noticia leer de los reconocimientos y logros que nuestros deportistas, escritores y artistas plásticos reciben dentro y fuera de Venezuela. Me alegró en especial el de Carlos Cruz Diez y su título de Comendador de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.

Los deportistas y artistas venezolanos parecieran pertenecer a la dimensión desconocida de nuestro país. Son ejemplo de voluntades constructivas, creadoras y positivas. Voluntades que no sólo están construyendo un legado para el país sino que se constituyen en sí mismas en ejemplos de lo que es posible lograr individualmente e impactar de forma positiva, con la obra o la hazaña a un colectivo desesperanzado y perdido en la maraña de sociedad en la que vivimos.

Siempre le paramos más a las malas noticias de la política nostra, las cuales no tienden a ser constructivas y nos dejamos abrumar con ellas en vez de exaltarnos con las buenas que recibimos.

He aquí un poema de Montejo que nos habla de leer ese mundo que esta allí en toda su belleza contradictoria y que a veces se nos escapa en su interpretación y traducción.

El mundo está afuera para contemplarlo y vivirlo con sensualidad.
Y nos lo perdemos por empeñarnos en seguir los senderos de lo negativo, la autocompasión y detenernos en la superficie traicionera de la rutina.

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Alfabeto del Mundo - Eugenio Montejo

En vano me demoro deletreando
el alfabeto del mundo.
Leo en las piedras un oscuro sollozo,
ecos ahogados en torres y edificios,
indago la tierra por el tacto
llena de ríos, paisajes y colores,
pero al copiarlos siempre me equivoco.
Necesito escribir ciñéndome a una raya
sobre el hilo del horizonte.
Dibujar el milagro de esos días
que flotan envueltos en la luz
y se desprenden en cantos de pájaros.
Cuando en la calle los hombres que deambulan
de su rencor a su fatiga, cavilando,
se me revelan más que nunca inocentes.
Cuando el tahúr, el pícaro, la adúltera,
los mártires del oro o del amor
son sólo signos que no he leído bien,
que aún no logro anotar en mi cuaderno.
Cuánto quisiera, al menos un instante
que esta plana febril de poesía
grabe en su transparencia cada letra:
la o del ladrón, la t del santo
el gótico diptongo del cuerpo y su deseo,
con la misma escritura del mar en las arenas,
la misma cósmica piedad
que la vida despliega ante mis ojos.

1 Comentarios:

At 2:15 a.m., Blogger enigmas PRESS / Gandica said...

Pues ha sido un día de premios y bulliciosas felicitaciones.

 

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