jueves, noviembre 25, 2004

Historias de Delfines

Muchos habrán leído en estos dos últimos días la noticia de como un grupo de delfines salvó a un padre con sus hijas de un ataque por un tiburón blanco en las costas de Nueva Zelanda.

Aquí otros cuenticos más cercanos a nosotros.

Esta le pasó a Lino, su hermano Arturo y un amigo, Jesús Negrón. Estando de pesca en el río Sinaruco, en el llano venezolano, se les accidentó el motorcito del bote. Estaban lejos del campamento y empezaron a remar. Al poco se dieron cuenta que dos toninas (nuestros delfines de agua dulce) los estaban escoltando lado y lado. No los abandonaron hasta que llegaron al campamento casi una hora después.

Otra. Estando también de pesca en el llano, sentada con mi suegro, al final del caño en la orilla, palmeando el agua y dando silbidos suaves una tonina se acercaba con la cría hasta menos de un metro de distancia. Se acercaba sacando la cabeza lo suficiente para mirarme, darse vuelta, alejarse y regresar con cautela. Así estuvimos varios minutos. La misma tonina más tarde: el pavón dándome una pelea que disminuía poco a poco, pensé que se había soltado... cuando llegó la carnada al bote solo estaba engarzada la boca del pescado. Una asomada fuera del agua casi al lado mío y podría asegurar que la sinvergüenza estaba de lo más divertida. Venía comiéndose el pescado con cuidado de no morder la carnada!!! Y estoy segura de que no fueron caribes. Estos generalmente no se acaban la presa y dejan la característica huella de la mordida. Esto nos pasó un par de veces más esa tarde, aparte de la pesca pequeña fuera del tamaño reglamentario, que cuando la devolvíamos al agua como manda la ley, zás! un remolino debajo del bote y pavoncito tragado por tonina.

Esta otra historia es de un amigo, Luis Julio Toro, excepcional músico y flautista quien es parte del grupo Gurrufío.

Luis Julio es también velerista. Una vez nos contó en una reunión en casa de Karl Krispin como un día que estaba en el bote con la vela baja en altamar arreglando algo en él para continuar la travesía, se acercaron un par de delfines. Él que nunca sale sin su flauta, la sacó en un impulso y se puso a tocar algo clásico, creo que Mozart y los delfines se quedaron quietos frente a él flotando cual público en audiencia. Nos dijo que estuvo tocando casi como por veinte minutos y que en todo ese tiempo los delfines sencillamente se mantenían a flote con el ritmo del oleaje inmóviles escuchándolo. Una vez que se cansó de tocar se fueron tranquilamente. Que tal?
[A lo mejor la vela no estaba baja, o la música era quizás un potpurrí de clásicos, pero eso son sólo detalles, así que perdóname Luis Julio si llegas a leer esto por la falta de acuciosa veracidad].

Por estas y otras historias que uno ha oído (y quizás porque en mi infancia no me pelaba Flipper), es que también me dió mucha pena la historia de los delfines que murieron en playa El Yaque de hace unas semans atrás. Las autoridades creo que hubieran podido actuar más rápido en el varamiento que provocó la muerte de ocho de ellos. He leído hace unos meses que hay estudios que apuntan a afirmar que los sonares y otros instrumentos que pueden producir ultrasonido pueden confundir a los cetáceos en general y causar estos fenómenos de hacerlos tratar de ganar la costa. Quién sabe...

Nota:
Este post es bastante visitado y por ello he actualizado el link que estaba roto y agrego éste que es un artículo en inglés donde se reseña este salvamento y otro más y que habla de la relación entre los seres humanos y los animales así como sobre el altruismo "por instinto" que los delfines poseen.

1 Comentarios:

At 10:41 p.m., Blogger unocontodo said...

Buenísimos los cuentos...

 

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