domingo, octubre 23, 2005

A veces los dioses - Jorge Sayegh

PEROGRULLO: la única certeza es la muerte.

A veces los dioses son condescendientes contigo y acceden por un momento a que te enchinchorres en la sonrisa de la vida. Puede parecer divertido para uno, pero, cuando comienza a aburrirles tu felicidad, juegan con tus sentimientos como niñito malcriado con su peluche más desafortunado.

A veces tienes la suerte de encontrar el mayor tesoro de esta vida: alguien que te ama. Ojo que no estoy diciendo alguien a quien amar, eso depende de nuestra decisión. La mayoría podría merecer nuestro amor, porque como humanos, si queremos ser más felices, debemos ofrecer lo mejor. Filtrar esa maraña de sentimientos encontrados que llevamos dentro del pecho y que, una vez depurada, sólo puede llamarse amor. Así, a veces, con la gracia de un hechizo lanzado al azar, alguien decide amarte por sobre todos los demás. No olvides entonces agradecerle cada día a los dioses, pues se ofenderán si desprecias su condescendencia contigo.

A veces tienes la suerte de esforzarte en hacer algo que te gusta. A veces lo haces bien, incluso tan bien hecho que te sientes parte especial del universo infinito y que tu labor de hormiguita en el engranaje celestial es mucho más importante que las estupideces que hacen los demás. ¿Mucho más importante que qué?... ¿que quién? No importa. Pero tu vanidad crece como globito colorado de fiesta infantil con leyenda ridícula. Si tienes suerte, tarde o temprano los dioses te pincharán con la agudeza de su divina creatividad para que explotes. Si no, te soltarán el nudito y se carcajearán mientras vuelas sonando a ventosidad, sin poder elegir dónde realizarás el aterrizaje forzoso.

A veces encuentras en los ojos de un niño nuevo, recién salido de fábrica, la alegría olvidada de un amanecer dominguero en la playa, cuando el futuro no era algo que ibas a construir, sino una promesa que te favorecía. Entonces sólo puedes dar lo mejor de ti, porque de lo contrario ese angelito cariñoso se convertirá en un monstruo egoísta, envidioso, cobarde y manipulador. Y en eso los dioses no tendrán la más mínima responsabilidad.

A veces tienes la suerte de que dos guacamayas decidan pasear una muestra gratis de la historia de su amor eterno volando sobre tu cabeza mientras se cuentan los chismes del final de la tarde. Chismes que sólo los dioses entienden.

A veces los dioses te regalan a alguien que piensa en ti y te solicita. Y tú lo pospones y te ocupas de otros y pones en espera a ese que siempre te recuerda con esperanza. Y pasa el tiempo. Y entonces lo olvidas. Lo olvidas hasta que los dioses te arrean a su recuerdo, como al ganado hasta el lugar donde sólo queda experimentar la inevitable realidad del matadero. Y cuando quieres enmendar es demasiado tarde.

A veces todo se te va en un abrazo. En un último beso. En un último suspiro.

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Leí esto en El Universal donde Sayegh es columnista, hace un par de días y quería compartirlo con ustedes porque me gustó mucho.
También quería conservarlo aquí para que no se me pierda en el océano de bookmarks de mi browser. Espero que lo disfruten.

2 Comentarios:

At 5:35 p.m., Blogger Mire said...

es realmente un texto hermoso...y hasta útil
gracias, Kira

 
At 10:38 a.m., Anonymous Anónimo said...

Que hermoso. Gracias, Kira. Y que cierto, ser uno el sujeto del amor de alguien es una suerte enorme, un suceso por completo fortuito... razones, causas, nada de eso vale, al final es solo eso, la mayor suerte del mundo.

Miguel V.

 

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